jueves, 30 de julio de 2009

Tú que vives y reinas, por los siglos de los siglos.




En el transcurso del crecimiento nos encontramos con contrastes de nuestros deseos, de repente entre las idas y venidas del "no saber que hacer" vas conociendo a quienes te dan las respuestas sin hablar, como ya escuche una vez, "el hombre muere, sus ideas quedan", hoy y siempre se acerca para susurrarme, entre sueños y locuras compartidas, Salvador Felipe Jacinto Dalí.

En un café de terrazas, en la ciudad de Coruña, temperatura no menos de 20º C, mi vestido era blanco como las pocas nubes de ese cielo, y se podría decir que transparentaba algunas de mis ansias, mi querido elegante compañero me intimida hasta la inscripción, está muy nítido; las risas, el humo, la cafeína, el escaso viento, la camarera con cara de hombre era la ambientación de esa atípica escena. Afortunadamente en pocas cosas nuestras ideas se desencontraban, te propuse varios juegos, me respondiste con esas sonrisas que demuestran lo ingenua que soy. Tu opinión a la vanidad era admirada por mi, fue una de mis partes preferidas en la conversación. Finalizada esa hora, no distingo si era merienda o desayuno, bajo Dios para pagar la cuenta, y dejar algo de propina por la buena atención. Moría por volverte a ver, y vos lo leíste en mis ojos, y por qué no complacerme.

Llegamos al Balcón do Atlántico, su perfección completaba mi delirio de tarde o quizás mañana, tampoco lo sabría distinguir. Soló sé que el portugués de los guías llamaba mi atención en la ignorancia y también sabía que si te preguntará mi nombre tu sinceridad admitiría el desconocimiento, ya que solo habíamos hablado de lo que importaba, de vos, pero así lo quería yo.Se hacía tarde, ahora me di cuenta que transcurrió en una mañana de Julio, el mediodía ardía en mi espalda, llegaba la hora de que te marcharas, me miraste como si me conocieras de toda la vida, si sabrías que tal situación sentimental me habría destrozado y escuché de tu boca decir "Creí morir y permanecí dos días sudando de angustia y esperando la muerte. Aquella noche decidí no volver a ser bueno jamás y he mantenido mi palabra. Mi generosidad y las atenciones de mi corazón las reservo exclusivamente".Sentí, de repente de quién era el alma, que reencarno en mi cuerpo.

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